Grupo de 4º de Arqueología de la UCM: Helena Muñoz, Patricia González, Andrea de Juan y Nuria Schlesinger.

domingo, 1 de noviembre de 2015


MEDICINA EN LA EDAD MEDIA: 

HOSPITALES

Hospital de Santa María Magdalena fundado por un arcediano en Cuéllar.
1429


Hospital Mayor de pobres de Játiva, Valencia.
Siglo XV

HOSPITALES BIZANTINOS
A diferencia de las polis antiguas, configurada por edificios emblemáticos, como el teatro o las termas, la polis cristiana oriental quedará definida por las iglesias, los hospitales y las instituciones benéficas.
En la parte oriental del Imperio romano persistieron unas condiciones políticas muy estables y unas ciudades más grandes. En estas ciudades nacieron los hospitales llamados “xenones”. El término “xenón” (de xénos=extranjero) fue utilizado para designar los albergues, generalmente monacales, que incluían cuidados médicos para todos los necesitados. En el siglo VI el hospital bizantino ya estaba plenamente desarrollado. Justiniano convirtió a los antiguos médicos públicos en médicos de los xenones cristianos. Los médicos principales eran asignados en turnos mensuales a los hospitales. Algunos de éstos, como “Sampson Xenon de Constantinopla” mantenían una plantilla de médicos y cirujanos, y disponían de salas especializadas quirúrgicas y oftalmológicas.

En 1136 el emperador Juan II Comneno fundó en Constantinopla el Monasterio del Pantokrator. Formando parte de éste estaba el gran Pantokrator Xenon. Este hospital mantenía 50 camas agrupadas en cinco secciones, entre ellas las de patologías quirúrgicas, las de enfermedades oculares e intestinales, y las reservadas para mujeres. Llegó a estar atendido por 17 médicos, 34 enfermeros; con un almacén para fármacos supervisado por seis farmacéuticos. Poseía además una librería y un salón de conferencias. Había también un médico de prestigio contratado para instruir a los estudiantes.

En sus comienzos, los hospitales bizantinos estuvieron dedicados a los pobres. Pero, a medida que se convertían en centros sofisticados atendidos por lo mejores médicos, llegaron a ser utilizados por las clases acomodadas. Las primeras evidencias de esta tendencia se remontan al siglo V, con el “xenodocheion” fundado en Edessa por el obispo Rabbula, que atendían también a enfermos adinerados.

La filantropía fue siempre el motivo explícito de la existencia de estos hospitales (filantropía eclesiástica, filantropía imperial, filantropía de los ricos patronos y filantropía médica). Obviamente, la filantropía no fue el único motivo. Construyendo xenones los obispos lograban aumentar su influencia política, los emperadores ganaban apoyo popular, los ricos ganaban poder y los médicos ganaban experiencia, prestigio y clientela privada fuera del hospital.

HOSPITALES ISLÁMICOS
Comenzaron a existir tras la conquista de los territorios en los que existían hospitales de origen bizantino y médicos de formación clásica. 
El primer hospital musulmán fue construido en Damasco hacia el año 707, con la ayuda de cristianos sirios.

La influencia más significativa fue ejercida por los cristianos nestorianos que se encontraban refugiados en Persia, donde habían fundado escuelas de medicina y edificado hospitales. Los orígenes persas-nestorianos de los hospitales musulmanes están patentes en la palabra que los designa, “bimaristán”, un vocablo persa que significa “lugar para enfermos”. Los birmistanes fueron edificados poco tiempo después de la conquista árabe, siguiendo el modelo de los “xenones” bizantinos. Ya a finales del siglo VIII, el califa Harun al Rashid fundó un birmistán real en la nueva capital de Bagdag.
A partir del siglo XI se construyeron birmistanes en las principales ciudades bajo el dominio musulmán. Estas instituciones llevaban el nombre de su fundador. Los birmistanes lograron alcanzar un gran nivel de excelencia y suntuosidad muy pronto: “Contaban con todas las dependencias propias de un palacio real”. Algunos birmistanes importantes son: el Birmistán Nuri de Damasco, Birmistán Mansuri de El Cairo, etc. Este último distribuía a los pacientes en distintas salas según sus padecimientos, poseía enormes depósitos de víveres y medicamentos, incluso tenía en su interior una mezquita y una biblioteca. Sus salas estaban atendidas tanto de día como de noche por personal de los dos sexos y su administración era ejercida por personal específico.

En relación al Al-Andalus no hay evidencias de hospitales anteriores al Maristán de Granda, erigido en 1365 por el sultán nazarí Muhammad V. En su lápida fundacional hay una inscripción que dice: “…ordenó Muhammad V construir este maristán como prueba de gran compasión para con los enfermos musulmanes pobres… Por esta construcción ha realizado una buena obra, hasta el momento sin precedentes desde la introducción del islam en estas tierras… La ha ofrecido a Dios, en demanda de recompensa”. Tenía una planta rectangular, en cuyo centro había una alberca, alrededor de la que se abrían cuatro naves de dos pisos. Las naves estaban compartimentadas en celdas, comunicadas entre sí y abiertas al patio central. En tiempos de los Reyes Católicos, el maristán estaba dedicado exclusivamente a la atención de enfermos mentales y hay motivos para suponer que esa fue su dedicación desde sus comienzos. Si esto fuera cierto y estuviera confirmado, el maristán de Granada sería el primer hospital mental construido en toda Europa.

En general, los hospitales musulmanes fueron establecimientos más propiamente médicos que sus homólogos cristianos. Solían ser médicos los que decidían la admisión de pacientes y los distribuían en salas especializadas. Se realizaban visitas a los enfermos periódicamente y se escribían las órdenes de tratamientos. Algunos hospitales contaban con sus propias librerías y farmacias, y sus instalaciones solían ser aprovechadas para la docencia de nuevos médicos. La mayor presencia de los médicos se explica, sobre todo, porque los bimaristanes no fueron fundados por una iglesia ni estuvieron asistidos por monjes, de manera que su control y sus objetivos pudieron ser más estrictamente médicos.
Los bimaristanes fueron instituciones políticas fundadas por las autoridades y las personas más acaudaladas, sostenidos por donaciones, impuestos y limosnas obligatorias para todo musulmán. Aunque es innegable que existía una sanción religiosa para todo ello. El patrocinio de los hospitales se consideraba un signo de la verdadera piedad y se prometían recompensas espirituales. Recordemos la lápida fundacional del maristán de Granada, en la que el sultán dice: “esperar de Dios su recompensa”. Estas construcciones fueron también símbolo del poder, la riqueza y la generosidad de sus fundadores.

HOSPITALES CRISITANOS OCCIDENTALES

Capitel del hospital del monasterio de Poblet, muestra tres enfermos ocupando una misma cama.
Siglo XIII

A finales del siglo V comenzaron a fundarse en Roma hospitales que seguían el modelo de los “xenodocheia “bizantinos. Sin embargo, en la parte occidental del imperio, la descomposición y la despoblación de las ciudades hizo imposible implantar el sistema bizantino de hospitales urbanos. Además, los médicos laicos escaseaban. En estas circunstancias, la Iglesia asumió enteramente la atención a los necesitados, en instituciones eclesiásticas en las que nos e diferenciaba a los enfermos de los pobres.
En las decadentes ciudades occidentales de la Alta Edad Media, fuero los obispos quienes instituyeron la beneficencia, impulsados por las directrices de los concilios que obligaban a dedicar parte de las rentas episcopales al sustento y alojamiento de los pobres. Así hizo, por ejemplo, el obispo Masona cuando fundó en el año 589 el xenodochium de Mérida.

Xenodoquio del obispo católico Masona de Mérida 
Siglo VI

Estos albergues para toda clase de menesterosos fueron llamados “hostales de Dios” y se encontraban generalmente al lado de las catedrales y los palacios episcopales. Sin embargo, fue en los monasterios rurales donde se organizó la asistencia más típica de la Alta Edad Media. Además, conservaban los restos escritos del saber antiguo y algunos monjes llegaban a adquirir conocimientos médicos. Así, los monasterios medievales organizaron la asistencia de los monjes enfermos y de los huéspedes que se acogían a su amparo.

La estructura ideal de un monasterio medieval puede verse en un plano copiado hacia el año 820 y conservado en la Abadía de San Gall. 
Plano y vista aérea de la Abadía de San Gall (Suiza)
Siglo VII

Este plano, aunque nunca llegó a realizarse enteramente, estaba inspirado en las villas romanas. Aparecen tres edificaciones principales hospitalarias monacales: el infirmarium, para los monjes enfermos; el hospitale pauperum, para los pobres y peregrinos (de aquí provino la palabra “hospital”); y la casa para huéspedes distinguidos. Adjuntas a ésas existían otras dependencias menores, como la casa del médico, la casa de las sangrías y el huerto medicinal.
El cuidado de los enfermos integraba la asistencia espiritual con la material. Los enfermos admitidos solían comenzar recibiendo el evangélico lavado de pies, para posteriormente participar de las oraciones y oficios divinos. Las medicinas eran raras y los tratamientos principales eran el reposo, el calor, la dieta, las hierbas, los ungüentos y las sangrías. Las labores médicas eran asumidas por los propios monjes. Sin embargo, este periodo de medicina monástica terminó en el siglo XII. Las ciudades europeas crecieron, la economía autosuficiente desapareció y los monasterios se hicieron incapaces de atender todas las necesidades sanitarias de los nuevos tiempos.

A partir del siglo XII aparecieron en Europa nuevas formas de asistencia hospitalaria que recibieron su primer impulso de las órdenes hospitalarias surgidas tras las cruzadas. En el año 1113 quedó constituida la nueva Orden de los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén (que ha perdurado hasta la actualidad como Orden de Malta). 


Esta orden, dedicada al cuidado de los peregrinos y, especialmente, a los enfermos, mantuvo un gran hospital en Jerusalén organizado según el modelo de los xenones bizantinos. De acuerdo con ese modelo, el reglamento de su Hospital de San Juan de  Jerusalén establecía una plantilla permanente de cuatro médicos y cuatro cirujanos. Por otra parte, los Caballeros Hospitalarios desarrollaron una nueva ética asistencial que combinaba la caridad cristiana con el código caballeresco feudal. Así, procuraban “tratar a los enfermos como los vasallos sirven a sus señores”. Estos caballeros acumularon rápidamente privilegios y donaciones materiales en toda Europa. En su expansión, fueron construyendo en las ciudades europeas hospitales regidos por normas similares a las del Hospital de Jerusalén. Durante el siglo XIII, con el auge de las ciudades europeas, se siguieron construyendo estos tipos de hospitales.

No obstante, los hospitales europeos a finales de la Edad Media seguían siendo instituciones casi exclusivamente eclesiásticas. Los médicos laicos se fueron incorporando muy poco a poco.

Los profesionales de la medicina no pasaron de atender consultas ocasionales hasta el siglo XIV, en el que algunos hospitales incluyeron sus servicios permanentes.

El monopolio eclesiástico y la ausencia de profesionales médicos constituyen precisamente las características distintivas de los hospitales medievales occidentales. No obstante, las transformaciones socioeconómicas de los últimos siglos de la Edad Media, sobre todo, el crecimiento de las ciudades y el aumento de la inmigración urbana, puso en marcha el proceso que iba a conducir a la aparición de los hospitales modernos.

LEPROSERÍAS Y HOSPITALES DE APESTADOS
Durante la Edad Media apareció un tipo de hospital cuya finalidad era la marginación del enfermo, generalmente contra su voluntad. Los primeros hospitales que cumplieron esta función fueron las leproserías, también llamadas casas de San Lázaro o lazaretos. Este sobre nombre proviene de una tradición que aseguraba que Lázaro de Betania, resucitado por Jesucristo, había padecido este mal. Motivo por el cual la lepra fue llamada “el mal de San Lázaro” y puesta bajo la advocación de este santo.

La Iglesia cristiana desempeñó un papel fundamental en la creación de las leproserías, además, elaboró procedimientos para identificar al leproso y rituales para excluirlo de la comunidad. El rigor de la marginación, no obstante, no fue igual en todos los tiempos y lugares. Hasta el año 1100 se procedía a una simple separación del leproso, que no conllevaba aislamiento ni reclusión total. El periodo más estricto, y más aislacionista, fue el comprendido entre 1100 y 1350, pudiéndose hablar de una simple estigmatización y evitación del leproso.

La primera leprosería documentada es la que fundó Gregorio de Tours en el siglo XI. Posteriormente, muchas leproserías de la Alta Edad Media fueron agrupaciones de cabañas alrededor de una Iglesia dedicada a San Lázaro, y protegidas por una muralla que solía incluir un huerto y un cementerio. Estaban edificadas fuera de las ciudades, pero cerca de las grandes intersecciones de caminos y rutas de peregrinación, con el objetivo de facilitar la obtención de limosnas.

Durante las Cruzadas existió en las afueras de Jerusalén un hospital dedicado a los leprosos y atendido por una comunidad monástica que al poco tiempo se convertiría en la Orden de los Caballeros de San Lázaro de Jerusalén. Esta orden llegó a asumir el cuidado de múltiples leproserías extendidas por toda Europa, que frecuentemente seguían el modelo de la leprosería de Jerusalén (el número de leproserías alcanzó su máximo en el siglo XIII).

Durante la peste negra de 1348 el número de leprosos había disminuido ya considerablemente y muchos antiguos lazaretos fueron utilizados para el aislamiento de enfermos de peste. Aunque también fueron construidos establecimientos nuevos para el aislamiento y cuarentena de estos otros enfermos. Entre los primeros estuvo el construido por los venecianos en 1403 en una isla cercana. Entre los de mayor tamaño se encuentra el de Milán.

Aunque las casas de apestados acabaron llamándose lazaretos, diferían de estos por disponer generalmente de algún servicio médico suministrado por los “médicos de la peste” contratados al efecto; y también por estar sometidas a un aislamiento mucho más estricto, vigilado por guardias.

Patricia.
Fuente:
Sánchez González, M.A. (2012) Historia de la Medicina y Humanidades Médicas. Elsevier (España).
Sánchez Granjel, L. (1981) La Medicina española antigua y medieval. Universidad de Salamanca (España).

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