En sus tierras somos e fémosles tod mal,
bevemos so vino e comemos el so pan;
si nos çercar vienen, con derecho lo fazen.
Rodrigo Díaz de Vivar, personaje al que se asocian gran número de estudios, es el punto de partida de nuestra reconstrucción de la vida cotidiana de los caballeros y grandes señores en el ámbito cristiano medieval. Mediante un compendio de datos culinarios extraídos del propio Cantar de Mio Cid, del Libro de cozina (Rupert de Nola) y algún manuscrito andalusí, se reconstruyen estas recetas en las que las cantidades exactas o las indicaciones precisas brillaban por su ausencia.
Durante buena parte del medievo los elementos centrales de la alimentación fueron el pan y el vino. Diferentes según la región, el consumo de pan por persona rondaba el kilo diario. Llamativo resulta que las crónicas nos hablan del vino como un alimento más.
El pan, de significado eucarístico, era elaborado con trigo para las mesas pudientes y en forma de tortas de cereales no panificables para las menos pudientes. Asociado al pan, y en general a la comida, existía la idea de que aquel que consumía el pan de alguien establecía vínculos de amistad.
El vino, bebida por excelencia de los caballeros que retornan de la lucha para recuperar fuerzas, era un elemento más de élite que el pobre solo alcanzaba a tomar aguado. En las mesas nobles el vino de calidad se espaciaba con el fin de vigorizarlo, siendo elemento muy apreciado para marcar la diferencia respecto de los musulmanes a los que su religión les impedía el consumo de alcohol.
Diversas son las maneras en que el vino se servía, pero triunfan el hidromiel, el tinto (hipocrás) y el vino blanco (clarea), siempre especiados. Buenas son sus propiedades para facilitar las digestiones, generar buena sangre o aclarar el humor. Saben, no obstante, que los excesos son peligroso y conducen al pecado como bien recuerda el Arcipreste de Hita en su Libro del Buen amor:
Faze perder la vista e acortar la vida,
tira la fuerça toda si's toma sin medida,
faze tenblar los miembros, todo seso olvida:
ado es mucho vino, toda cosa es perdida.
Como no podría ser de otra manera, nuestro banquete medieval irá acompañado por un buen vino tinto aromatizado. Esta es su receta:
Receta de hypocrás
3/4 de litro de vino tinto
1/4 de litro de agua
Ralladura de jenjibre
3 ramas de canela
5 gr de clavo de olor
50 gr de azúcar blanco
4 gotas de agua de azahar
Se mezclan todos los ingredientes en una cazuela y se lleva a ebullición. A continuación, tapando con un trapo se deja reposar. Se cuela y se sirve.
Con esto cerramos la primera entrada del menú cristiano, en la próxima os presentaremos el plato central: la carne.
Nuria.
Fuente: ALMODÓVAR, M.A. (2007): La cocina del Cid. Historia de los yantares y banquetes de los caballeros medievales. Ediciones Nowtilus: Madrid.
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