Grupo de 4º de Arqueología de la UCM: Helena Muñoz, Patricia González, Andrea de Juan y Nuria Schlesinger.

lunes, 19 de octubre de 2015




LAS FERIAS MEDIEVALES



Plaza del mercado en un códice medieval conservado en la Biblioteca Nacional de Francia.

La palabra “feria” deriva del latín feria, que significa “solemnidad” y “fiesta”. Actualmente, muchas de las ferias celebradas tienen un carácter más lúdico y festivo que propiamente el comercial, que predominaba durante la Edad Media.
El origen de este fenómeno, como vimos anteriormente, se encontraba en el crecimiento de la producción agrícola del siglo XI, posibilitando así la venta de excedentes en pequeños mercados rurales. Al mismo tiempo, el crecimiento de las ciudades y la instalación en ellas de grupos de artesanos incrementaron la oferta comercial.

Los productos vendidos o negociados fueron muy variados, respondiendo a una circulación mercantil a escalas muy distintas: desde el mercante local, entre la aldea y la ciudad inmediata, a la transcontinental, entre el extremo oriental de Asia y el confín occidental de Europa. En este último caso, realizado con los bizantinos y los musulmanes.
Una división elemental distinguía entre mercancías de subsistencia o “pobres” (cereales, vino, sal, lana, madera, productos metalúrgicos…) y mercancías de lujo o “ricas” (esclavos, telas de lujo, joyas, especias…).

Las ferias que entre mediados del siglo XII y finales del siglo XIII alcanzaron un mayor prestigio fueron las de Champagne, auspiciadas por los condes de esta región desde 1125. Se trataba de un ciclo anual compuesto por seis ferias, cada una con una duración de entre tres a seis semanas, que cubría prácticamente todo el año y se desarrollaban en cuatro localidades: Lagny (celebrada entre Enero y Febrero), Bar-sur-Aube (entre Marzo y Abril), Troyes (entre Julio y Agosto) y  Provins (entre Septiembre y Noviembre), en un espacio relativamente reducido y permanentemente protegido por la autoridad de los condes de Champagne.
Cada una de estas ediciones estaba separada por un intervalo de cuarenta a cincuenta días.

En el recuadro inferior izquierdo, de color rosa, están localizadas las 4 ciudades donde se celebraban estas ferias.


De esta forma, Champagne se convertió en el eje del comercio internacional, de forma que las ciudades aprovechaban la ocasión para ofrecer sus propios productos artesanales, como los paños y tejidos de Provins y Troyes.
Esta feria suponía la llegada masiva de mercaderes desde todos los confines del continente, que venían acompañados de saltimbanquis, juglares, poetas y músicos que generaban una atmósfera bulliciosa.
Para proteger las ferias, se instauró un servicio de policía de ferias, ya que también abundaban los mendigos y ladrones, mientras que para vigilar la pulcritud y legalidad de las transacciones se crearon la justicia de ferias (un derecho esencial que regía durante su celebración) y las guardias de ferias (unos inspectores especiales que eran los únicos capacitados para confiscar mercancías o incluso detener a comerciantes).

Al lado de los comerciantes no era raro encontrar a cambistas, los principales encargados de que el dinero circulara. En un primer momento, este trabajo era desempeñado por los judíos, pero fueron desplazados por los comerciantes cristianos, principalmente italianos, que desarrollaron nuevas técnicas financieras. A partir de este momento, las operaciones financieras llegaron a adquirir más importancia que las transacciones propiamente comerciales.
La fuerza de este estamento financiero llegó a ser tal que si un comerciante se negaba a pagar una deuda, se le confiscaban inmediatamente todos los productos que hicieran falta hasta alcanzar el valor de la deuda.

Pero las de Champagne no fueron las únicas ferias celebradas. Había otras que tenían en común un emplazamiento estratégico, ya que se encontraban situadas en medio de rutas de paso. En el norte de Italia, Flandes, Inglaterra, así como en los cursos medio y bajo del río Rin.

El fin de las grandes ferias tradicionales, en especial la de Champagne, empezó a observase en los comienzos del siglo XIV. Por un lado, fue muy importante la creciente inseguridad e inestabilidad generada por la Guerra de los Cien Años, por otro lado, la epidemia de peste negra que asoló Europa a partir del año 1348 fue el golpe decisivo para este sistema comercial. No obstante, aunque muchas de estas ferias quedaron relegadas, su modelo no desapareció.

Patricia.
Fuente:
García Cortázar, J.A. (2012) Manual de Historia Medieval. Alianza (Madrid).
Ruíz-Dómenec, J.E. (Dir.) (2013) Historia, Nuevas rutas hacia oriente, Nº20, National Geographic.

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