Grupo de 4º de Arqueología de la UCM: Helena Muñoz, Patricia González, Andrea de Juan y Nuria Schlesinger.

domingo, 25 de octubre de 2015


MEDICINA EN LA EDAD MEDIA


Iniciamos un nuevo grupo de entradas en las que estudiaremos todos los aspectos relacionados con la medicina en el medievo, desde las propias enfermedades hasta los personajes más relevantes, con ejemplos ilustrativos. ¡Comenzamos!


Lo primero que debemos comprender a la hora de estudiar la medicina medieval (y la medicina de cualquier periodo) es la propia enfermedad, ya que es el objeto de estudio de esta disciplina, además también de realizar una aproximación global al tipo de vida durante esa época, de forma que podamos crear un marco sobre el que luego centrarnos en los puntos de vista médicos.

La enfermedad es tan antigua como la vida sobre la Tierra y ha acompañado al género humano durante toda su historia evolutiva.
La paleopatología es la ciencia que ayuda a conocer toda clase de restos antiguos con el fin de detectar las enfermedades que existieron en otras épocas. Esta disciplina científica ha puesto de manifiesto que hay evidencias de enfermedad en todas las especies animales (parásitos, traumatismos, artrosis, infecciones, inflamaciones óseas y tumores).Por lo tanto, hay restos de enfermedad en los seres humanos, además de señales de violencia procedentes de animales o de otros seres humanos. Pero todo cambio evolutivo genera un cambio en el patrón de enfermedades, por lo que surgirán y desaparecerán a medida que los seres vivos van cambiando.
Las enfermedades se pueden sufrir por diversas causas, ya sean próximas (generadas por unos agentes que producen una alteración del organismo, como la activación de defensas) o evolutivas (estas causas se explican mediante la medicina darwinista y nos muestra el porqué somos propensos a unas enfermedades y a otras no). Pero el envejecimiento es una enfermedad que está presente en todos los seres vivos y que es incurable.

La mayor parte de la población medieval era campesina, por lo que la forma de vida giraba en torno a: 
  • La sedentarización y aparición de las primeras ciudades gracias a la concentración de población en determinados núcleos.
  • Formación de grupos humanos más numerosos y hacinados.
  •  Convivencia con animales domesticados,  que transmiten enfermedades. Cambian mucho las condiciones higiénicas respecto al periodos anteriores.
  • Trabajo más duro y organizado. La mano de obra numerosa se convirtió en un bien productivo, lo cual fomentó unas tasas de natalidad más altas.
  • Se originó la división del trabajo, la complejidad social y las desigualdades socioeconómicas.
  • Se formaron estados centralizados que emprendieron grandes obras de irrigación.
Esta forma de vida dio lugar a una alimentación concreta, basada en productos vegetales, entre los cuales los cereales ocupaban el primer plano. Pero este tipo de dieta tenía el problema de que as cosechas corren el riesgo de malograrse, surgiendo así las hambrunas periódicas.

Posiblemente, algunos individuos sufrían intolerancia a la lactosa, por la consumición de productos lácteos, hipertensión, por la sal, etc.
Se produjeron también cambios en relación a las condiciones sanitarias, apareciendo nuevas epidemias y enfermedades infecciosas agudas: 
  • En las ciudades aumenta la exposición a infecciones por contagio, por el hacinamiento de las viviendas, la contaminación causada por los desechos y el aumento de los contactos humanos.
  •  Los agrupamientos humanos densamente poblados rebasan la “masa poblacional crítica”, lo que hace posible el arraigo de ciertas enfermedades agudas.
  • La domesticación del animal aporta nuevas fuentes de infección, pudiendo transmitir al hombre sus gérmenes y parásitos habituales.
  • Las malnutriciones cualitativas o cuantitativas periódicas aumentan la susceptibilidad a las infecciones.
  • Los procedimientos agrícolas favorecen ciertas infecciones y parasitósis.
  • Algunas formas de cultivar, como el regadío o las charcas, o de almacenar los alimentos, en silos, desvanes, mantienen gérmenes o atraen animales que transmiten enfermedades.
  •  Los viajes, el comercio y las guerras favorecen también las epidemias
De esta forma, los índices sanitarios cambian

  • Disminución de la estatura media de los individuos (índice del deterioro del estado nutricional y sanitario).
  • La situación sanitaria era aun peor en las ciudades que en el campo. En las grandes ciudades, la mortalidad solía exceder a la natalidad, y necesitaban un aporte continuo de población rural.
  • Se instauró una gran morbilidad y mortalidad infecciosa, sobre todo infantil, con epidemias recurrentes.
  • La esperanza de vida disminuyó.
  • La tasa de natalidad de las sociedades agrícolas fue notablemente superior a la de momentos anteriores. Al tener muchos hijos, había más mano de obra para las faenas agrícolas, constituyendo también un seguro para la vejez o la enfermedad de los padres.
En general, la situación demográfica era cada vez peor, sobre todo en las ciudades. La agricultura incrementó los recursos alimenticios y pudo aumentar el número de personas, de forma que se produjo el primer gran crecimiento demográfico. Pero a partir de la era cristiana, la población mundial se estancó durante algo más de mil años. El crecimiento sólo se reinició en el siglo XI, pudiendo alcanzar 400 millones en el siglo XIII. En el siglo XVII se llegó a 600 millones.

Patricia.
Fuente: Sánchez González, M.A. (2012) Historia de la Medicina y Humanidades Médicas. Elsevier (España).


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